Tengo una brújula que busca sonrisas perdidas y unos guantes de seda para no arañar el corazón de las palabras.

miércoles, 29 de julio de 2015

Vos creás arte.

Si te dijera todo lo que vos hacés, valdría más que el Louvre. La Mona Lisa lo expondría, Da Vinci no se cansaría de explicarlo, Dalí no hallaría más sinónimos, porque todos se les acabaron.

Todos, sin excepción, hacemos artes. A lo nuestro, al estilo Van Gogh, como pintaba Miguel Ángel los techos de las iglesias, e incluso como dicen algunos a lo ''vago''. Si supieras cuánto poder tenés, irías corriendo a la Plaza Francia, en la Argentina a pintar cuadros en su ahuecado suelo, para que cuando alguien le tome una foto de sus pies en tu pintura, se sentiría Julio Cortázar al saber que medio mundo le piso su Rayuela. Te colgarías de los ciruelos cerca de la Secundaria danesa, para gritarle a medio alumnado que ya nada importa y que todo carece de significado. Que el montón -nuestro- de ''cachivaches'' ya perdió su mismo significado. Que no importa que algún museo neoyorquino lo compre, porque no estarían comprando nada. 

Que no importa cuántas veces estudies latín y sus pronunciaciones, porque te decepcionará saber que no eres latinoamericano, sólo americano, ya que no naciste en Latinia. Que tampoco importa mucho si no puedes llegar a entender qué tan loca está ella, hasta que sabes que su nombre es Amarilla. Que el opio en las nubes no es especial si no sabes qué hacer después de leerlo. Que Aristóteles y Dante no son los únicos que pueden descubrir los secretos del Universo, sino que yo también lo hago cuando te miro a los ojos. 

Que amé tu cabello color rojizo, hasta que supe que era con henna, aún así no me importó y lo amé, que cuando te hacías ese moño en el cabello te podía ver mejor la quijada, que tus ojos eran de un marrón naranja. Que tus expresiones iban de la mano a la mía, y que no te caracterizabas por la pena, ni vergüenza al decir o hacer algo, porque era justamente lo que querías expresar. Que cuando llorabas en los baños públicos del Mall, las chicas sabían que era por un cretino madrileño que te había roto el corazón por haber vuelto con esa tía. Que tus lentes en forma de corazón, color amarillos y tu mal combinación de ropa te hacía la mejor de las bohemias. Sobretodo si con tu ropa colorida llevabas aquella herbera color rosa y tu globo en forma de corazón lleno de helio, porque eso era lo que vos querías mostrar, tu amor propio, eso, y que le gente pensara que aquel madrileño de nombre Juan te lo hubiese regalado. Porque en el closet de mi cuarto vi un tarro -de aquellos viejos de mayonesa- que tenía un tirro amarillento y medio rasgado que decía: Europa 2014. Sin fondos en él. Esperando a que sustituyeras aquel tirro con el título de: En Busca de nuestra Felicidad. Que tampoco me importaba cuántas veces me dijeras que encontraría mi ''bohemio'' allá, que yo sólo te quería a ti, Porque quizá yo no quería un chico, O quizá sí, pero no eran como tú. Que me conformaba a que mis almuerzos contigo fueran el famoso helado de efe y galletas oreos en donde salíamos corriendo sólo para alcanzar el bus, porque te daba pena que sus padres te vieran. Que cuando te vi hinchada de tanto llorar a la 1:34 am, sabía que ya era el fin. Que yo tampoco sabía que a mi mejor amigo -y tu nuevo compañero- lo conocería en el 4to piso de la Clínica. Que al primer día que lo conociera me caería tan bien como para grabar un ''snap'' con él. Y que una sola vez me atreví a verte el brassier color negro con sus bordes fucsia. 

Que esto NO es una despedida, pero tampoco es un saludo. Siempre he odiado los intermedios, pero aquí estoy. Entre la vida y la muerte.

He aquí una representación de vos, (No es exacta) Tampoco quiero que te conozcan, es sólo una simple similitud.


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